Cuando quienes sostienen a todos olvidan sostenerse a sí mismos. En los últimos años, el liderazgo en las áreas de Talento Humano se ha vuelto una carrera de resistencia. Las organizaciones exigen velocidad, resiliencia, empatía, gestión del cambio, innovación, cultura, clima y bienestar… todo al mismo tiempo. Y detrás de cada programa, encuesta o estrategia, hay líderes humanos que también sienten cansancio, dudas y saturación emocional.
Según el Global Human Capital Trends de Deloitte (2024), el 68 % de los líderes de RRHH reconocen sentirse emocionalmente agotados, y más del 40 % afirma que “ya no logra desconectarse del trabajo”. La paradoja es evidente: quienes impulsan la salud organizacional son los primeros en descuidar la propia.
El liderazgo sin pausa tiene un costo invisible. No se mide en planillas ni se detecta en un diagnóstico, pero se refleja en la mirada cansada, en la falta de inspiración, en el automatismo que reemplaza a la pasión inicial. Se disfraza de productividad, cuando en realidad es agotamiento.
El mito de la disponibilidad permanente. Durante mucho tiempo, se asoció al liderazgo con estar “siempre presente”. Responder rápido, resolver todo, no fallar. Pero la hiperconectividad transformó esa virtud en una trampa.
Un estudio de Gallup (2023) muestra que los líderes que trabajan más de 55 horas semanales experimentan un 20 % menos de compromiso y bienestar general. Sin descanso, el pensamiento estratégico se reduce, la empatía se erosiona y el equipo percibe esa desconexión emocional.
En el ámbito del talento humano, esto se amplifica: son los líderes quienes escuchan, median, contienen y acompañan. Y esa carga emocional, cuando no se gestiona, se acumula. Las pausas ya no son un lujo: son una necesidad estratégica.
Liderar también es aprender a frenar. Dentro del vertiginoso mundo profesional, siempre rápido, dinámico… aprender a ir lento.
El nuevo liderazgo no se mide solo por resultados, sino por la capacidad de sostenerse en el tiempo sin perder humanidad. Las organizaciones más maduras ya comienzan a implementar modelos de gestión más sostenibles:
- Espacios de reflexión semanal para líderes.
- Políticas de desconexión digital.
- Programas de autocuidado emocional.
- Procesos de feedback entre pares que normalizan la vulnerabilidad.
Estos pequeños cambios tienen un gran impacto. Un informe del Harvard Business Review (2024) señala que los equipos con líderes que modelan equilibrio tienen 23 % más de retención de talento y 31 % más de innovación declarada.
La pausa como competencia de liderazgo. Saber detenerse no es sinónimo de debilidad, sino de madurez. La pausa permite observar, priorizar y volver a conectar con el propósito. Es en el silencio donde se reordena la brújula interna y se diferencia lo urgente de lo importante. El desafío para los líderes de Talento Humano no es solo acompañar procesos, sino también recordar que ellos mismos forman parte del sistema que necesitan cuidar.
Detrás de cada diagnóstico, evaluación o plan de desarrollo, hay una persona que también necesita contención. El liderazgo sostenible comienza por reconocer esa vulnerabilidad, por crear culturas donde el descanso no sea una excepción, sino una forma de sostener el compromiso a largo plazo.
Quizás ha llegado el momento de repensar el ritmo. De dejar de admirar a quienes no paran, y empezar a valorar a quienes saben detenerse para seguir mejor.
Porque el liderazgo más inspirador no es el que nunca se quiebra, sino el que se reconstruye con autenticidad.
Elaborado por: daianacaceres@mentu.com.py

