En un mundo interconectado y digital, la ética se ha convertido en un faro fundamental para guiar nuestras acciones y decisiones.

Se ha creído durante demasiado tiempo que los empleados eran simples “máquinas” que simplemente se limitaban a cumplir las metas y objetivos que se les impartía, el mundo ha cambiado, finalmente los líderes han comprendido que “las máquinas” deben ser lubricadas con algo más que un incentivo meramente monetario. Después de todo… ¿de qué sirve tener la cuenta bancaria llena a fin de mes si en las semanas previas debe uno lidiar con continuos y desgastantes picos de cortisol debido a un ambiente laboral desfavorable?

Para lograr los objetivos organizacionales, es esencial fomentar una cultura de innovación. Esto implica alentar a los empleados a proponer nuevas ideas, experimentar con enfoques diferentes y aprender de los fracasos. La innovación no debe ser vista como un evento aislado, sino como un proceso que impulsa la mejora constante y la capacidad de adaptación.