Durante años, el término sostenibilidad fue monopolizado por imágenes de árboles, paneles solares y reciclaje. Pero hoy, en las empresas que buscan dejar una huella real, sostenibilidad no es una etiqueta decorativa ni un anexo protocolar: es una forma de pensar, de decidir y, sobre todo, de liderar.
¿Qué es realmente la sostenibilidad? El concepto tiene raíces profundas. Proviene del latín sustinere, que significa “mantenerse firme”, “soportar” o “sostener”. En el siglo XXI, sostenibilidad implica la capacidad de una organización para operar sin comprometer los recursos, vínculos o contextos que necesita para seguir existiendo y generando valor en el largo plazo. No se trata solo de cuidar el medioambiente. Se trata también de garantizar relaciones laborales justas, modelos de negocio éticos, cadenas de suministro transparentes, decisiones financieras responsables y una cultura organizacional donde el propósito no sea solo una frase inspiradora, sino un filtro cotidiano para la acción.
¿Por qué importa en una empresa? Porque los negocios que no se transforman, desaparecen. La sostenibilidad ya no es una ventaja competitiva: es una condición para sobrevivir.
Las generaciones más jóvenes —y también muchas de las anteriores— no quieren trabajar en lugares donde las palabras y los hechos no convergen. Inversores globales están privilegiando compañías con criterios ESG (Environmental, Social & Governance). Y los clientes comienzan a elegir con el corazón, pero también con el juicio: ¿a quién le compro? ¿Quién hace las cosas bien?
La sostenibilidad no es un costo. Es una inversión. En reputación, en fidelidad, en atracción de talento y, sobre todo, en resiliencia organizacional.
Aquí viene el punto crítico: la sostenibilidad no es una isla. Es transversal. Pero necesita, sin duda, un timón. ¿Cómo se forma un líder en sostenibilidad?
Convertirse en una persona capaz de liderar la sostenibilidad es un proceso, y como todo proceso, tiene puertas de entrada.
- Formación crítica: No basta con hacer un curso de medioambiente. La sostenibilidad exige pensamiento crítico, capacidad de análisis y actualización permanente. Leer sobre justicia climática, empresas B, capitalismo regenerativo, circularidad, derecho ambiental, indicadores ESG. Y también sobre filosofía, ética y liderazgo. Porque esto no se trata solo de técnica, sino de criterio.
- Escucha multiactor: El líder de sostenibilidad no se encierra en una oficina a escribir reportes. Sale. Pregunta. Escucha. A proveedores, a comunidades vecinas, a clientes inconformes. Se entrena en leer lo que no está dicho y en traducir necesidades invisibilizadas. Implica también aprender a lidiar con tensiones: ¿cómo conciliar las exigencias de rentabilidad con las de justicia social? ¿Cómo priorizar sin caer en la parálisis del análisis?
- Pensamiento de largo plazo: En un mundo que premia lo inmediato, el pensamiento sostenible exige ir a contrapelo. Saber decir “no” a soluciones tentadoras pero insostenibles. Desarrollar la capacidad de proyectar impactos a 10, 20, 30 años. No es utopía: es gestión estratégica. Una persona que lidera sostenibilidad debe tener la cabeza en el presente y los ojos entrenados para el futuro.
- Capacidad de movilización: No alcanza con saber. Hay que mover. Al equipo, al directorio, a los proveedores, al cliente final. Y eso se hace con una mezcla de narrativa, coherencia y coraje. La sostenibilidad no es un Excel. Es una conversación viva. Y quien la lidere debe ser capaz de contagiarla. No con fanatismo, pero sí con convicción.
- Ética aplicada: En muchos casos, liderar esta agenda implicará decir cosas incómodas. Señalar incoherencias. Poner límites. Responder con datos, pero también con valores. El liderazgo en sostenibilidad exige una brújula ética sólida. No desde la perfección, sino desde la autenticidad. Porque la sostenibilidad no se trata de hacer todo bien, sino de estar dispuestos a mejorar todo el tiempo.
Y la pregunta que puede surgir en la persona lectora de este artículo es: ¿Qué puede hacer una empresa que aún no tiene esta figura? Empezar por crear el espacio. Nombrar el tema. Volverlo prioridad. Hacer preguntas: ¿cuáles son nuestras huellas (ambiental, social, relacional)? ¿Dónde estamos generando impacto positivo y dónde no? ¿Quiénes dentro del equipo tienen interés en estos temas? A veces, el mejor o la mejor líder de sostenibilidad está ya adentro de la empresa, esperando que alguien le encienda el motor. Invertir en formación. Dar visibilidad al tema en las reuniones de dirección. Reconocer las buenas prácticas que ya existen. Medir. Comunicar.
Y, sobre todo: evitar caer en el greenwashing. No prometer lo que no se puede sostener. Mejor poco, pero verdadero.
La sostenibilidad no es un lujo reservado a grandes corporaciones ni a expertos en medioambiente. Es para todas las personas y todas las organizaciones. No debería asustar, paralizar ni exigir perfección. Si tu empresa es formal, si paga salarios, cumple normas, cuida vínculos: ya hay pasos dados. La sostenibilidad no necesita etiquetas complejas ni comparaciones con gigantes globales. Se trata, simplemente, de empezar. Con preguntas sinceras, con voluntad de mejora, con coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Sin adornos, pero con honestidad. Porque no se trata de hacerlo todo, sino de hacer lo que sí podemos… y hacerlo bien. Eso sí: con el compromiso de medir nuestro impacto y revisar continuamente si lo que hacemos está alineado con el futuro que decimos querer construir.
La sostenibilidad es el arte de cuidar lo que importa. Liderarla no es fácil, pero es urgente. Porque no hay propósito que sobreviva en un planeta sin futuro. Y no hay negocio exitoso en una sociedad que fracasa. Así que, si estás leyendo esto y sentís que este camino te interpela, te invito a dar el primer paso. Aprender, proponer, liderar. No para cargar con todo el peso del mundo, sino para empujar, desde donde estés, hacia un futuro más justo y humano.
Si en tu empresa tienen el interés de ahondar más en Sostenibilidad, Desde Mentu podemos ayudarlos con el proceso.
Elaborado por: daianacaceres@mentu.com.py