Hasta la fecha, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoce 195 países, de los cuales solo siete en América Latina tienen grado de inversión. ¿Es esta selección limitada solo por la rigurosidad de las calificadoras de riesgo? Probablemente no. Factores como la volatilidad económica, la dependencia y la inestabilidad política en la región también juegan un papel crucial en esta situación.
Países con ‘calificación perfecta’ en América Latina
En la región, Chile, Perú, México y Uruguay son los países mejor evaluados, habiendo alcanzado el grado de inversión por parte de las tres agencias calificadoras más reconocidas: Moody’s, Standard & Poor’s (S&P) y Fitch Ratings. Al respecto, cabe preguntarse: ¿Han gozado siempre de esta calificación? ¿Cuál ha sido el camino recorrido por estos países?
Chile alcanzó el grado de inversión mediante un proceso sostenido de reformas económicas y políticas que comenzaron a finales de la década de 1970 y se consolidaron en las décadas siguientes. Las políticas clave incluyeron la liberalización económica, el control de la inflación y la independencia del Banco Central en los años 80. Además, el fortalecimiento institucional y la mejora de la gobernanza tras la transición a la democracia generaron confianza en los mercados internacionales. Este enfoque, junto con un crecimiento económico sostenido y una disciplina fiscal responsable, permitió que Chile obtuviera el grado de inversión a finales de los 90 y principios de los 2000.
El camino de Perú hacia el grado de inversión se forjó a través de un amplio conjunto de reformas económicas y políticas que comenzaron en la década de 1990. Las medidas incluyeron la liberalización del comercio, la privatización de empresas estatales y la apertura a la inversión extranjera, lo que estabilizó la economía, redujo la inflación y restauró la confianza en el mercado. La autonomía del Banco Central y una política fiscal prudente fueron clave en el control de la inflación y la reducción de la deuda pública. Además, el fortalecimiento institucional y la modernización del sector financiero aumentaron la confianza de los inversores. El crecimiento económico sostenido, impulsado por exportaciones y una gradual diversificación de la economía, permitió a Perú obtener el grado de inversión en el 2008, mejorando su acceso al financiamiento y su percepción internacional.
México obtuvo su grado de inversión en el año 2000, otorgado por S&P, gracias a las reformas económicas de la década de 1990, que incluyeron la liberalización del comercio, la privatización de empresas estatales y la estabilización macroeconómica. Desde entonces, ha mantenido su calificación crediticia favorable mediante una gestión fiscal sólida y políticas económicas prudentes, situándose dos niveles por encima del grado de inversión según S&P y Fitch. No obstante, México enfrenta desafíos en áreas como seguridad, infraestructura y estabilidad política, que son cruciales para continuar atrayendo inversiones extranjeras y gestionar adecuadamente la deuda pública.
Uruguay alcanzó y mantuvo su grado de inversión a través de un camino marcado por estabilidad política y económica, junto con políticas fiscales prudentes. Después de recuperar el grado de inversión en 2012, tras una década de haberlo perdido, el país ha logrado mantener esta calificación, enfrentando desafíos económicos y fiscales. Recientemente, Uruguay obtuvo su calificación crediticia más alta, reforzando su atractivo para inversores extranjeros. Sin embargo, riesgos como la reversión de reformas clave o el aumento de presiones fiscales podrían amenazar esta estabilidad.
Otros países con calificación de grado de inversión
Colombia y Panamá, aunque no cuentan con una calificación de grado de inversión de todas las principales agencias calificadoras, sí la han obtenido de al menos una de ellas. Recientemente, Paraguay se unió a este grupo tras alcanzar la calificación Baa3, de grado de inversión, por parte de Moody’s. ¿Qué distingue a estos países de los otros cuatro? ¿Por qué no obtuvieron aun la calificación de grado de inversión por parte de todas las agencias calificadoras?
Colombia y Panamá han experimentado altibajos en sus calificaciones de grado de inversión debido a desafíos fiscales y económicos. Colombia, tras obtener su grado de inversión en 1995, lo perdió durante la crisis de 1999 y lo recuperó en 2011 gracias a reformas económicas. Sin embargo, en el 2021, Fitch y S&P degradaron nuevamente su calificación por el aumento de la deuda pública, mientras Moody’s la mantuvo.
Panamá, por su parte, obtuvo su grado de inversión en el 2010 tras implementar reformas desde 1996. Sin embargo, en el 2024, Fitch rebajó su calificación a BB+ debido a preocupaciones fiscales, y se espera que Moody’s y S&P sigan la misma línea.
Ambos países enfrentan el reto de mantener la confianza de las agencias calificadoras en un entorno fiscal complicado.
El caso de Paraguay marca un hito importante en su historia reciente, ya que es la primera vez que el país alcanza esta distinción de grado de inversión, a diferencia de Colombia y Panamá, que han tenido fluctuaciones en sus calificaciones. Este logro es fruto de años de reformas económicas y fiscales, así como de una gestión macroeconómica prudente. No obstante, mantener y mejorar esta calificación será un desafío continuo que requerirá del avance en reformas clave y en la diversificación económica, entre otros aspectos. Así también, será un desafío lograr que las otras dos principales agencias calificadoras, Fitch y S&P, otorguen la misma calificación de grado de inversión, lo que podría consolidar aún más la reputación financiera del país en los mercados globales.
Calificación soberana de países de América Latina con grado de inversión, según principales agencias calificadoras.